Y
así cuando estuve
frente
a ti, esclavo
sumiso
de tus pasiones
muerte
de tu silencio gris,
levante
mi mano
para
cortar las nubes
reclamando
un duelo
entre
tu espada
y
mi pluma.
No
amanece sin mis manos
la
noche opaca de tu razón
mutila
los desengaños
perpleja
entre vanidades
sueños
impropios
anhelos
de los incautos
pobres
de corazón.
Perderás
viviendo
tus
esperanzas viles
de
conquistar el templo
la
mujer de Dios
que
entre mortales
vive,
quitando vidas
donando
piedras
a
quienes caminan
sin
amor.