Llegué
cansado al bar
con
el cuerpo taciturno
una
copa llena de deudas
y
una sed de desazón.
En
cada trago lo amargo
la
sinceridad del día
el
rencor del corazón
y ese
adiós en la garganta.
Solo
es fiel el cantinero
humano
único sin prejuicios
sin
más vicios que servir
y
un oído que prestar.
Yo
con mil ruinas por decir
una
larga noche sin hablar
mientras
recorro botellas
pensando
en mañana regresar.
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