En la tibia mirada de sus ojos buenos,
en la confianza de sus largas manos que rozan mi cara,
en ese manto de calor humano que envuelve mi cuerpo al tocar su almohada.
En todo el tiempo que pasamos juntos,
en cada palabra que al amor proclama.
En ese cielo que miran sus ojos
que mirán los míos cuando ella me ama.
En toda esta tierra que transitamos vivos
y hasta el umbral de esa puerta errante
donde asoman humanas nuestras propias almas.
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