El vestido dibujaba su figura,
podía resaltar hasta su aura,
y deslizando sobre su piel;
el sufrimiento allí presente.
Una belleza tan profunda
ojos brillantes, de esmeralda;
un dolor laserante, oscuro,
cayendo lento por el abismo.
Una vida de flashes ciegos,
alfombras insensibles, pálidas,
y los género adheridos, se iban,
doliendo al interior de los huesos.
Esclava siempre del círculo,
repitiendo los días, muriendo;
sin vida propia, ni sueños,
sobreviviendo en la pasarela.
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