En el crisol de vanidades,
allí, la mente se reduce;
descubriendo los fantasmas,
que aparecen sin la muerte.
Aprecio de tus encantos
el poema de tu interior,
amarte y sin embargo;
quererte mucho muy lejos.
Bienvenido el amor de la luna,
que extiende sus manos de luz,
mordiendo a cada paso la costa,
te has desterrado al dolor.
No hay egoísmo en tu mente,
no existe un filtro a tu emoción,
no sientes color en la sangre;
por qué suplicas a Dios?
Soy el camino en el mar,
vivo a través de mis olas
persiguiendo sus miradas;
es mi destino en el tiempo
salvar al humano del sol;
yo corrijo los trastornos
que el viento quizo juzgar,
cuando mezclo nuestras almas.
No siento amor, ni miedo,
no entiendo lo que es abrazar,
no puedo, lo intento, solo
conozco arrasar, llevar conmigo
los miedos, la vida, los templos.
Una vez en el solsticio
mis lagrimas dulces se elevan,
se convierten en estrellas
y en el cielo se congelan;
llevan consigo una designio:
pintar la noche de negro,
que el sol, la luna no pueda besar;
y ser en tu vientre la brújula
que a cada paso te incendie,
acercandote al amor.
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