Por el estilo de esa flor azul
fueron cayendo mis deseos,
escondiéndose del tiempo
para crecer en silencio.
Perversos miedos que al sol,
fueron mutando su centro;
devorando de su ovario,
las murallas de mi templo.
Extiende su mano, un pétalo de luz
recibe mis credos, corriendo el adiós;
y en la penumbra de sus hojas secas,
la primavera tocó mi puerta.
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