domingo, 1 de septiembre de 2013

La batalla contra la televisión.

Practiqué incansablemente la tolerancia,
me rendí al murmullo de sus caprichos
 cuando sucumbí a sus encantos de ninfa,
fue devorándome lentamente, sin dolor.

El amor fue convirtiéndose en prisión
y el olvido un carcelero noctámbulo
que embistió  el muro de mi soledad,
sacando de mis ojos su alquitrán.

En un manto más oscuro que la noche
más profundo que el silencio de sus ojos,
descubrí labios intoxicados de guerra
que me empujaban a un abismo de locura.

El corazón en sus manos enmudeció,
desarrollando utopías que morían en el sol,
 percibiendo mi turno a las puertas del creador
me prometí a mi mismo no caer en tentación.

Desperté sobre el horizonte de un poema,
encontrando entre los puntos y comas 
sobre un manantial de versos, las palabras,
escritas en ese libro como un imán a mi vida.

Hoy, por fin, pude desenvolver mi mente
y repetir en silencio unas prosas de Neruda,
imaginar la fusión entre mi mundo y el de Alicia,
mientras pensaba en lo sutil de este poema.












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